Hoy fue un día de meta realizada para el proyecto musical Alúmbranos. Desde muy temprano salí de mi casa para comenzar la aventura. Mis hijos aún dormían, y mi esposo me ayudaba al salir de la casa. El día transcurrió siendo perfecto: cielo claro, sol brillante, buen aire fresco, motivos de más para quedarse todo el día grabando tomas. Pero el final de todo había llegado, se hizo lo necesario. Luego de largas horas regrese a mi casa, allí nos esperaban los niños con sus abuelos. No quería perderme lo que habían hecho y solo deseaba recobrar todos los besos que no tuve. En ese momento lo que importó fue mi familia.
¿De que me sirve llevar la luz hasta los rincones de la tierra si mi luz no comienza en mi casa? Es ahí donde empiezo a ser yo, es ahí donde mi vida espiritual crece y empieza a manifestar quien esta en mí. Desde ahí dejo que se vea la luz esparcida por todo mi hogar.
"De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" Mateo 25:40.
Todo lo que hacemos por el que este lejos o cerca sí cuenta. Todo lo que damos por el grande o el pequeño sí cuenta. No consideremos innecesario o insuficiente las cosas que pensamos simples en nuestra vida.
Consideremos sacar tiempo y darle pausa a nuestra vida agetriada para compartir una anéctota, un chiste o solo un oído para escuchar a quienes Dios te ha designado. Ellos necesitan luz del amor del Padre en ti y tú al igual serás edificado. Son alumbrados cuando amas, escuchas, hablas o compartes con ellos.
Nuestra luz no es una lámpara que llevamos en la mano y la soltamos o tomamos cuando queremos. ¡Esto NO funciona así! No vas solo con ella cuando sientes hacerlo, no es un sentir que viene y va, es VIVIR. La luz de Jesús habita en nosotros, ¡ya está ahí!
Solo es cuestión de ponerla a funcionar correctamente, reenfoca la dirección en que está ubicada y abre el paso para alumbrar todo el derredor en ti.